Volar

Nada se gana si al terminar el sueño en que se ha volado, no se tiene por lo menos conciencia de que hay que vivir.
La mayoria de los vuelos oniricos terminan en un desequilibrante, estremecedor y muchas veces perturbador final, que consiste en sentir el vértigo de la caida libre sin paracaidas y sobresaltarse clavando las nalgas en el colchon viendo el techo del cuarto en que se duerme.
La sensación al amanecer extendiendo los brazon y las piernas, de repente despues de haber volado, es de una inminente y extraña libertad, de un desapego, de una visita al yo superior, de un paseo por el limbo estático de las habitaciones.
Es ser como esa bolsa de american beauty, explicandonos que realmente somos "plovo en el viento"

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